19.8.09

Cuarto día. Siete de agosto

Hoy vamos hacia el este. Savonlinna, literalmente, “el castillo de Savonia”. El castillo, quizá uno de los monumentos más representativos del país, fue construido en el siglo XV para defender la provincia de Savonia de los rusos. La ciudad en sí es un istmo desarrollado, imagino, por las cercanías del castillo.

Hay mercado, como en tantas otras ciudades. El problema es que aquí ya casi nada está en bilingüe sueco / finés y no somos capaces de ver de qué son los productos. Comparado con el finés, el sueco es una lengua amiga. Al menos es indoeuropea y eso amigo, da carácter. El finés es absolutamente ininteligible. Y, quizá como el vasco, una pasión inútil, propia de la modernidad. De hecho, de algunos puestos nos vamos frustrados porque el vendedor no habla inglés y es imposible comunicarse. Un café frente al lago. Siempre el Saimaa, en realidad. Nos acercamos al castillo. Tienen pocos complejos los fineses. Como el castillo de Olaf (Olavinlinna) estaba caído y es evidente que ya no iba a servirles contra los rusos, han montado en su patio de armas un istalache (ya sé que la palabra no viene en el diccionario, pero es mi modesta aportación, en nombre de todos los míos, a la lengua española) y allí se desarrolla durante el verano un festival de ópera. Paseamos por la fortaleza. El turismo es casi todo ruso o finés. Esta noche toca Romeo y Julieta. Miramos los precios. Un escándalo. Los precios. Un 22% de IVA en general. Toma modelo nórdico de los cojones. Almorzamos en Majakka, en la terraza, frente al puerto. Pescado abundante. Cuando llega la hora de coger el coche, vemos que nos han puesto lo que parece una multa por habernos pasado un minuto de la ORA. Nos mesamos los cabellos mientras maldecimos la puntualidad luterana y la ausencia de cortesía para con el visitante. Intentamos anular la multa, que está en finés, pero es imposible. Así que acudimos a la oficina de turismo a deshacer el entuerto. Nuestra sorpresa es morrocotuda. No es una multa. Son jóvenes miembros de una asociación que recorren la zona en patines y te añaden un papel de la ORA cuando ven que el tuyo va a caducar, para que no te multen. Esto sí es una forma eficaz de lucha contra el ogro filantrópico. Liberalismo a la finesa. No está todo perdido.

Cae la tarde y volvemos a casa por el este, dando la vuelta, por Punkaharju, pero es evidente que la mejor forma de verlo. Al llegar a Parikkala descendemos hacia el sur, dejando a nuestra izquierda y a menos de cinco quilómetros la frontera rusa. La Carelia arrebatada a los fineses. Más de cuatrocientos mil carelios abandonaron la zona cuando fue ocupada por los soviéticos. En Ruokolahti giramos hacia el oeste y enfilamos hacia Anttola. Un gin tonic en el puerto. La camarera irá en breve a Fuengirola. No es tarde cuando llegamos a casa y aún nos da tiempo de tomar un baño y echar una sauna en sus dos modalidades, mixta, con pudoroso bañador, y unisex, desnudo por completo. Salgo y entro, entro y salgo. La tensión es baja y, a diferencia de Oskar, no aguanto mucho tiempo en estos lugares…

PS: "Hoy el bajo bretón, el vasco, el gaélico mueren de cabaña en cabaña, a medida que mueren los cabreros y los labriegos. La lengua de los indígenas se extinguió en la provincia inglesa de Cornualles hacia el año 1676. Un pescador les decía a unos viajeros: “no conozco más que cuatro o cinco personas que hablen bretón, y son ancianas como yo, tienen de sesenta a ochenta años; ningún joven sabe ya una palabra de él”.

Chateaubriand, François de: Memorias de ultratumba (Libros I-XII). Tomo I. Página 316.

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