4.6.09

Veinte años no es nada

Esta pasada noche se cumplieron veinte años. Había muerto Hu Yaobang, en todo el mundo comunista se respiraban vientos de cambio y el Imperio soviético no tardaría ni un año en caer. El pueblo quería libertad y se había ido perdiendo el miedo desde que se iniciaron las reformas en los años ochenta. Además, la televisión empezaba a forjar un imaginario colectivo: Elegía de un río movilizó a los jóvenes, aunque el papel que la serie jugó no ha sido, creo yo, convenientemente analizado todavía. La cruel dictadura china vio que aquello se le iba de las manos e hizo lo que el comunismo sabe hacer con maestría: aplastar a su propio pueblo. Para la historia queda la memoria de los muertos, de los que lucharon por su libertad y por la de los suyos contra una de las tiranías más crueles de siglo XX: queda aquel rebelde desconocido cuya imagen dio la vuelta al mundo, quedan los miles de encarcelados y los miles de exiliados.

Y queda también, lector, la hipocresía sin límites de un mundo occidental que trafica sin complejos con un país cuyos corruptos dirigentes practican el esclavismo, prohíben la lucha sindical y reprimen cualquier atisbo de libertad. Orgullosos deberíais de estar.

 

PS: "El bienestar de los ciudadanos [en el Estado rojo cuya capital era Ruijin] no formaba parte del programa  político [de Mao]. En algunas aldeas, a los campesinos no se les concedía ningún día libre. […] Los niveles sanitarios tampoco mejoraron". Chang, Jung y Halliday, J: Mao. La historia desconocida. Taurus, Madrid, 2006.  Página 142

 

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