1.3.09

Libros de alemanes y sobre alemanes

Dos libros muy alemanes y muy seguidos. 

Le regalé a Jimena El lector hace un par de años. Era una recomendación de mis amigas de fronda, aquella librería que tanto añoro, melancólico, cada vez que entro en algún crisol o en alguna fnac. A Jimena le gustó y yo lo dejé ahí, pendiente, esnob como soy con todo lo que huela a novela. Lo abordé la semana pasada, no fuera que acabáramos yendo al cine a ver la adaptación y yo no hubiera leído la obra. Me gustó. Está bien escrito y es breve, dos de las cosas mínimas que le puede exigir uno a una novela. Y es dura, muy dura en realidad. La ética, la traición, la moral y la vida y la muerte. Lea el libro, desocupado lector.

Acabé también Berlín 1945. La caída, de Beevor. Es un libro interesante, aunque quizá algo pesado para el lector no especializado. En cualquier caso, retrata bien el ocaso de la locura nazi; alemanes fanáticos, soldados, miembros de las SS. El nazismo fue una pesadilla que asoló a Europa durante quince años, y su final estuvo a la altura de su indigencia intelectual y moral: un suicidio y a correr. Irracionalismo embebido de romanticismo tamizado con el superhombre. La profunda idiotez de gentes como Bormann, que dos días antes de la capitulación aún soñaba con ser ministro en la nueva Alemania tras pactar con los aliados. Fueron muchos de ellos prefirieron correr al oeste para rendirse a los aliados occidentales. Las ratas nacionalistas que exigen sacrificios al pueblo son los primeros en despojarse el uniforme y salir corriendo. Hay, todavía,  mucho relato por reconstruir. La aniquilación de la Prusia oriental, con la expulsión de más de dos millones de personas,  la historia natural de la destrucción a manos de los aliados en el oeste. También podemos ver la llegada de los rusos. Tropas poco preparadas y nulamente instruidas, sedientas de venganza por lo que los alemanes habían hecho en la Rusia ocupada. Estas historias tampoco forman parte de la narrativa porque al final la URSS ganó la guerra y no quedaba fino echarle en cara esas cosas. Pero los datos son estremecedores. Cualquier mujer que viviera en la zona que iban ocupando los soviéticos, especialmente en las zonas rurales, y que tuviera entre 14 y 50 años tenía aproximadamente un 70% de posibilidades de ser violada por los soldados rusos, a veces por uno sólo y a veces por varios. Las mujeres de entre 8 y 14 años, y las mayores de sesenta, tenían menos posibilidades, pero en cualquier caso, más del 30% de las mismas acabaron siendo violadas por los liberadores rusos. Con independencia de que fueran alemanas o no. Con independencia de que estuvieran implicadas en el horror nazi o no.

Un libro, en fin, con muchos nombres propios y con muchos caracteres: los celos de Zhukov, los miedos de Rokossowski, los engaños sistemáticos de Stalin, la perspicacia de Churchill, la debilidad de Roosevelt.

Por cierto que el autor asegura que todas las dudas sobre la muerte de Hitler que durante años alimentaron teorías conspirativas de todo tipo fueron una estrategia del propio Stalin para mantener viva la idea de un occidente entregado al fascismo que protegía a uno de sus más ilustres vástagos.

Una última reflexión. El país fue dividido en cuatro zonas de ocupación. En apenas unos años, las tres potencias occidentales ocupantes se fueron y dejaron un país moderno que empezó a gobernarse sólo. La Unión Soviética se quedó en su zona de ocupación durante cuarenta años. Se ve que para nuestra socialdemocracia, todas las ocupaciones son malas, pero algunas son peores que otras.

 

PS: El romanticismo destruyó y diseminó los dos grandes códigos culturales sobre los que se había sostenido hasta entonces la literatura occidental: la tradición clásica y la tradición cristiana. No es, por tanto, casual ni sorprendente que fueran los románticos los que instituyeran el culto a las ruinas.

Juaristi, Jon: “Edificar sobre las ruinas” en Juaristi, Jon: Sermo Humilis (Poesía y poética). Diputación de Granada, Granada, 1999.  Página 45.

 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso de "Sobre la historia natural de la destrucción" es basura revisionista. Quejarse a estas alturas de la destrucción de Alemania en la guerra no tiene ningún sentido. Y no lo tiene porque si durante 60 años nadie ha alzado una voz en contra de ella es porque se ha entendido perfectamente que tal destrucción fue imperativa para conseguir un bien superior: ganar la guerra y acabar con los nazis. Pienso también que la magnitud de los horrores que cometió Alemania en la Segunda Guerra Mundial bien mereció una represalia que sirviera como toma de conciencia a los alemanes de que ellos no formban parte de ninguna "raza aria" ni superior a las demás. Aparte, es bien conocido el apoyo y soporte que los alemanes dieron al régimen nazi desde el comienzo hasta el final: hablar de ellos como unas ovejitas inocentes es una mentira.

Insisto: no estuvieron de más unos cuantos asesinatos y violaciones de civiles ni tampoco unas cuantas destrucciones de ciudades: ellos captaron el mensaje perfectamente y nunca se han quejado de ello. Por algo será. Y fíjese en lo que dicen esos comentaristas de casa del libro: "la historia la escriben los vencedores" y demás paparruchadas. Igualito que Irving.

Anónimo dijo...

Amigo Perdiu, no saldremos del psicópata siglo XX hasta que la ideología estalinista (y por extensión todo el comunismo), reciba la misma catarsis crítica que ha recibido el nazismo. Cosa que las socialdemocracias europeas en general y en concreto la alemana, francesa y española se han negado sistemáticamente.

Y mientras ello no suceda el riesgo de una nueva estalinización de Europa (aunque adaptándose a las nuevas circunstancias) no habrá desaparecido. Rusia, con los zares, con los comunistas y en la actualidad, nunca ha renunciado a que Moscú sea la capital de todas las europas. Y si por algo se ha caracterizado toda la historia de Rusia, es por no permitir a lo largo de ella el más mínimo atisbo de una democracia como la existente en la Europa occidental.

Otro gallo nos hubiera cantado a los europeos si al igual que en Alemania antes del nazismo, en Rusia hubiese existido una democracia similar antes del comunismo. Pero la historia es la historia y pesa como una losa. Europa se ha negado a estigmatizar al comunismo como lo ha hecho con el nazismo (y en víctimas y barbarie multiplícalo por diez las realizadas por el comunismo); está siendo invadida culturalmente por el islamismo y; Estados Unidos ni es ya la potencia mundial que era ni está por repetir la historia de ayudar a los europeos como lo hizo en la segunda guerra mundial.

Y de todo ello Rusia es consciente. De momento su guerra la está haciendo con las energías de las que depende y dependerá cada vez más Europa (gas, petróleo, agua, etc.)... de momento.

¡Que se lo pregunten a Ucrania!

Un saludo Perdiu.

Pablo el herrero

Anónimo dijo...

"En apenas unos años, las tres potencias occidentales ocupantes se fueron y dejaron un país moderno que empezó a gobernarse sólo."

Se equivoca Vd. Infórmese mejor.

Anónimo dijo...

Deselenguado Golpe de Bastón. Hace tiempo que no se leía en esta bitácora, que frecuento a menudo, una barbaridad tan grande como "no estuvieron de más unos cuantos asesinatos y violaciones de civiles ni tampoco unas cuantas destrucciones de ciudades". Supongo que eso lo dice usted porque su abuela no vivía en ninguna granja situada en aquella zona. O su madre. O su hermana. O su mujer