14.10.08

Día de boda, sábado 11

Nos levantamos con la fresca y volvemos a patearnos el centro. Unos lanas de Die Linke protestan contra cualquier cosa aprovechando la llegada del padre de Kojo Annan a la ciudad a recoger uno de esos premios absolutamente prescindibles que políticos irresponsables cargan al bolsillo del contribuyente.
La Iglesia de San Lamberto muestra aún las celdas en las que se colgaron los cadáveres de los
líderes anabapatistas en el XVI. En la plaza que rodea la catedral hay un mercado cada sábado. Mucha comida y poco textil, con productos frescos y, parece, de calidad. Un poco como el mercado de los lunes en las campas de Nuestra Señora del Puente que hay en Sanabria desde tiempo inmemorial. Entramos en la Catedral. En Alemania, desde el final de la guerra, casi todo lo histórico es mentira. Son mentira los cascos de las ciudades, porque están levantados en los años cincuenta y sesenta. Son mentira los monumentos y son mentira, como en este caso también, las catedrales. La vieja Catedral de San Pablo quedó destruida por los bombardeos, en aquella historia natural de la destrucción que tanto desasosiego causa aún en Alemania. La imagen del templo, en llamas, que puede contemplarse en el atrio catedralicio, impresiona.
En Alemania, como en tantos países en los que hubo lucha religiosa en el pasado, el sacramento del matrimonio no tiene validez civil. De manera que nuestros protagonistas en realidad se casaron el viernes, pero los invitados vamos a la celebración del sacramento en la Iglesia. Cae el otoño. La ceremonia es trilingüe, con un sacerdote católico que se defiende razonablemente bien en español y en francés. Los tópicos nos permiten aclararnos cuando las reses proceden de diferentes ganaderías; así que la parte francesa nos endilga un hosanna francés y la parte española se desculega, con dos cojones, hace un solo de guitarra aflamencada justo antes de la consagración.
Son apenas las tres. Ahora lo que toca es ir al salón parroquial a cumplimentar a los novios y beber unos aperitivos y comer unas tartas. Vamos conociendo más invitados. Cada persona tiene una historia. Una vida. Todas, en el fondo, similares, por encima de las barreras idiomáticas o identitarias. A eso de las cinco salimos
para el restaurante, ubicado a unos diez quilómetros del centro. Los novios van en carroza tirada por caballos. El paisaje es hermoso. Agua, verde y octubre. Y hay mucha gente, por todos los lados. Alemania sufrió sus grandes emigraciones en el XIX, y no en el XX, como nosotros. Fotos y más fotos.
Entramos a cenar. En nuestra mesa somos únicos españoles. El resto, parejas alemanas. Me siento junto a Christian, miembro del gabinete de un diputado de la
CDU. Charlamos durante la cena. Pinot Noir alemán en la copa. Jimena y yo nos vamos viniendo arriba.La izquierda ha conseguido, con su dominio del imaginario simbólico en España, que los que no somos de izquierda pensemos que cualquier pensamiento que se aleje del centro izquierda suene como extrema derecha. Pienso en las palabras de mi interlocutor; un templado conservador alemán, que sonarían a derecha extrema para cualquier izquierdista iletrado español.
Acaba la cena, cantamos y bailamos. Es tarde ya cuando llamamos a un taxi y regresamos al hotel. Mañana domingo toca regresar a casa…

PS: "La crisis del hambre fue la razón por la cual Europa vivió una emigración masiva. Más de veinte años de guerras habían frenado la emigración potencial de toda una generación, pero luego decenas de miles de personas provenientes de los Estados alemanes bajaron por el Rihn en dirección a Holanda para, desde allí, tratar de cruzar a Estados Unidos".
Fagan, Brian:
La pequeña Edad de Hielo. Cómo el clima afectó a la historia de Europa (1300-1850). Gedisa, Barcelona, 2008. Página 254.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Debería relajarse un poco más en las bodas. Supongo que también en el baile pudo comprobar como los ritmos de la orquesta fomentaban más los movimientos libre rítmicos que en las bodas españolas, condicionadas aún por el yugo cultural de las izquierdas nupciales y el arrimamiento de cebolleta típico del rancio progresismo...

Ejem.

Cuando no se quiere hablar del fracaso de las recetas neoliberales a escala mundial, se puede caer en cositas tan extrañas como esta que Ud. comenta. De hecho, asistí a la boda de mi hermana en Escocia el pasado verano, y no se me ocurrió escribir un post político al respecto. No soy el que era...


Ps: No sabe Ud. lo bien que me sienta la falda (claro que a lo mejor para Ud. ponerme la falda es un signo evidente de mi decadencia izquierdista y mi inclinación a la defensa de los derechos de los homosexuales :o)

Anónimo dijo...

¿¿¡¡Un poco como el mercado de los lunes en las campas de Nuestra Señora del Puente??!!

¡Amos, venga ya!

Anónimo dijo...

Me imagino yo a la señora esa que vende las cafeteras y sartenes en Dusseldorf, jejeje.

¿Y te tragaste una misa trilingüe?