26.5.08

Miércoles 14 de mayo. Xi´an (II)

Está cayendo la tarde cuando salimos de nuevo del hotel. Ahora nos dirigimos a la Muralla de Xi´An. La ciudad, más allá de la muralla, es fea y está muy contaminada, aunque esto tampoco es noticia. Pasamos junto al gobierno provincial, un edificio de estilo soviéiico que preside una gran plaza. Por fin, llegamos a una de las puertas de la muralla. Hay un espectáculo preparado para nosotros. El Emperador y la Emperatriz nos dan la bienvenida a la ciudad, y nos entregan la llave de la misma. El baile es hermoso; la muralla, la tarde y cuerpos en movimiento. Quizá el turismo de masas sea simplemente esto. Una muralla, una tarde, una farsa y unos cuerpos. Pero todos jugamos a lo mismo.

Me fijo en la muralla que vamos a atravesar. El adarve es imponente. El perímetro amurallado, también. Era el medio a las invasiones tártaras o mongolas lo que obligaba a las ciudades chinas a rodearse de estas defensas. No es casual que el pictograma para ciudad en chino recuerde a un recinto amurallado acosado por el sur: 京.

Acabado el espectáculo, atravesamos el foso por el puente levadizo y accedemos a la parte superior, Unos diez metros de ancho. La sorpresa es que vamos a cenar allí mismo, en pleno adarve. Casi es ya de noche, pero las luces de la ciudad y la densa contaminación dan al horizonte un aire irreal, como si nos hubiéramos trasladado de repente a
Gotham.

La cena, asiática, es magnífica. Comento algo del día con Tao. Si esta mañana los guerreros me recordaban, no sé bien porque, la historia de
El Inmortal, el magnífico relato de Borges que inspiró la película musicada por Queen, la tarde me recuerda a la ciudad de Batman. Quizá porque la distancia desde las tumbas hasta aquí sea, exactamente, la distancia desde la premodernidad hasta la posmodernidad. Y quizá, sólo quizá, líbreme dios de hablar como un sociólogo, el drama de China es que aquí, a Xi´an, nunca llegó la modernidad. Y pasar de los guerreros a Batman sin transición debe ser jodido.

Acaba la cena y volvemos al hotel. Hoy habrá una copa. O varias. Un magnífico gin tonic, de los mejores que he probado, refresca mi mano mientras charlamos de lo divino y lo humano.
Y de repente, lo imposible sucede.
En la pista de baile están cantando el chiqui chiqui. Acudo raudo con la copa en la mano. Eso no es lo más fascinante, lo más fascinante, joder, es que las chinas lo están bailando, y se saben los cuatro pasos. Oh tempora, oh mores, a la capital de la ruta de la seda llegó Rodolfo. Brindo por ti, tío, con dos cojones. Si has llegado hasta aquí, será por algo.
Acaba la música y el grupo que canta baja del escenario. El cantante es colombiano. Hablo con él. Llevan dieciocho meses de gira por China. ¿Qué tal al experiencia? “Fantástica”, me responde. Ahí va el Instituto Cervantes con patas, le comento a Mamerto mientras me vuelvo a hundir en mi sillón. Y para mí pienso. Ahí va la lengua, compañera del Imperio. Aunque en este caso la lengua sólo sea un concepto vago, lo “latino” y el Imperio sólo sea el de Ricky Martin y Juanes.


Es lo fantástico de no ser nacionalista. No hay problema en asumir que en Xi´an te confundan con lo latino. No hay altar sobre el que adorar a la lengua, no hay nada que salvar en realidad. La vida, como siempre, va por delante de nosotros. Y nuestros padres mintieron. Eso es todo.

PS: El Dr. Feelgood cantaba: It was a long time coming – but / I knew I'd see a day / When you and I could sit down / And have a drink of tanqueray

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