22.5.08

Lunes 12, descubriendo Shanghái (II)

Tenemos un barco para nosotros y empezamos a navegar el HuangPu. Es sorprendente el tráfico marítimo que tiene Shanghái. Y no hablo sólo de inocentes barquitos de recreo para occidentales estresados. Hablo también de gabarras, de barcos de transporte y de patrulleras del ejército y de la policía. También, estos ya han llegado, barcos anuncio, sin más contenido que una pantalla gigante y que se giran cuando pasan barcos de pasajeros para que vean bien lo que prometen. Empezamos a descender hacia el mar. Recuerdo la Oda a Walt Whitman, de Lorca: "Por el East River y el Bronx / los muchachos cantaban enseñando sus cinturas, / con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo. / Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas / y los niños dibujaban escaleras y perspectivas".

La vista es, eso sí, magnífica. A 
hora podemos observar Pudong en perspectiva. Es aún más sobrecogedor que visto de cerca. Ahí la torre Jing Mao. Más allá la torre, aún inacabada, del SWFC. El guía nos desgrana los edificios. Habla español porque estuvo viviendo y estudiando en Venezuela.

Va oscureciendo. Y nos vamos acercando al Bund.
El magnífico Bund. El edificio del HSBC. La Customs House. El paseo frente al río, todo ello indescriptible y, bajo mi punto de vista, la parte más fascinante de Shanghái.

Hubo una vez una China, podrían empezar los cuentos que se narran desde el río mirando al Bund, como hago yo ahora; hubo una vez una China digo, hace ahora cien años, que soñó con una monarquía constitucional, o con una República Democrática al estilo occidental. La semilla estaba ya plantada.
Sun Yat Sen era el hombre. En realidad, y como hubiera dicho Umbral, Mao debería haber estado en la historia como Pilatos en el Credo. Pero no fue así. Porque la historia a veces es muy cabrona y gusta de gastar bromas pesadas a los hombres. No sabemos que hubiera supuesto Sun Yat Sen en la historia China, pero sí parece fácil aventurar que no hubiera habido más de veinte millones de chinos muertos a causa de su locura…

Desembarcamos por fin en el Bund. Cenamos en el CJW, el Cigars, Jazz and Wine de Shanghái. Interesante local con unas vistas magníficas sobre la ciudad, un poco en el esquema de la torre Sears de Chicago. Empieza el desfile de vinos. Esta vez un cabernet chileno. El gusto a pimiento no se le va a la uva, la cultives donde la cultives. Ángel y yo lo comentamos. Hay que decirle a Juanantonio que empiece a vender Liberalia aquí pero ya.

Es tarde y estoy reventado. Va siendo hora de hacer mutis por el foro. Mañana hay que madrugar, espera un día intenso, y no he dormido desde que salí de Madrid.

PS: Líbano, o
el final del sueño de un país multiétnico.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lorca siempre fue un gay