21.4.08

Decretos y normas

A veces se nos acusa a los liberales de ser gentes sin dios ni derecho. Nada más lejos de la realidad. El derecho, la sujeción de los poderes a la ley y el respeto a los derechos inalienables son todo uno con lo que modestamente entiendo por liberalismo. Otra cosa es la infantil ilusión legislativa que seduce a la izquierda desde que apareció en la escena política: pensar que los problemas sociales se resuelven vía boe y que poniéndole nombre a un ministerio se acaban los problemas.
Hoy quería compartir esta reflexión con usted, desocupado lector, al hilo de un magnífico Decreto, el LXXXII de 6 de agosto de 1811, de las Cortes Generales y Extraordinarias reunidas en la ciudad de Cádiz. Es un texto hermoso. Porque la libertad, Sancho, es el mayor don que a los hombres dieron los cielos. “Desde ahora, quedan incorporados a la Nación todos los señoríos jurisdiccionales de cualquiera clase y condición que sean”. En pocas palabras y sin excepciones, sin necesidad de sesenta órdenes ministeriales ni circulares a cargo del subdirector general. El Decreto continúa: “Quedan abolidos los dictados de vasallo y vasallaje”. “Quedan abolidos los privilegios llamados exclusivos, privativos y prohibitivos”.
El Decreto acaba con otra hermosa aclaración: “En adelante, nadie podrá llamarse señor de vasallos, exercer jurisdicción, nombrar jueces, ni usar de los privilegios y derechos comprehendidos en este Decreto […]”
No me digan que no es fantástico. Fue a través de pasos como este que la Monarquía Hispánica atravesó el rubicón de la modernidad.
Otra cosa es lo que queda de aquello tras leer, entre otras, la
Disposición Adicional primera de la Constitución o el bodrio este que no votaron ni la mitad de los catalanes.
Una curiosidad, para los que, desde la periferia, piensen que lo de la nación entre libres e iguales es obra de la bota militar de Castilla. El Decreto lo firma, como diputado secretario,
Ramón Utgés, diputado por Cataluña. Como presidente, lo rubrica Juan José Güereña, diputado por Durango, capital del Reino de la Nueva Vizcaya (actual Méjico).

PS: José II se convertiría en un símbolo para el nacionalismo alemán en el Imperio austro-húngaro de finales del XIX, cuando se quiso ver en él un emperador afanado en germanizar sus dominios. Realmente nada más lejos de la realidad: las claves del universo político de José II estaban en las antípodas del pensamiento nacionalista […] pues sus medidas germanizadoras de la administración únicamente pretendían asegurar el funcionamiento fluido de unas instituciones que ya de por sí eternizan el despacho de los asuntos.
Sosa Wagner Francisco y Sosa Mayor, Igor:
El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones en España. Editorial Trotta, Madrid, 2007. Página 48.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Fue una decisión sabia y justa la de nuestros abuelos liberales. Sobre todo con una gran importancia simbólica pues, al menos en los reinos de Castilla, los señores de vasallos (denominación ya hiperbólica en los últimos años del Antiguo Régimen) apenas recaudaban unas exiguas rentas, además de nombrar determinados oficiales y magistrados aldeanos, de muy limitado poder.
Quedaban, eso sí, algunas reliquias antiguas que sin reportar beneficio ni poder, ofenían un sentimiento igualitario que siempre estuvo presente en los honrados pecheros castellanos y más aún desde el final del Antiguo Régimen (esto lo notó ya TOcqueville en Francia, donde la aristocracia era mucho más prepotente que en España)

Más rentables eran los monopolios mencionados en el texto: hornos, molinos, etc. Además había no pocos señores de vasallos sin vasallos, es decir, con señoríos absolutamente despoblados o que no lo habían estado nunca.

Reciban ustedes un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Y desde luego, su comparación con los textos actuales es más que acertada. En los nacionalismos existe una clara voluntad de retorno a ciertos aspectos del Antiguo Régimen. Y no sólo en los nacionalistas...recordemos a Herrero de Miñón y sus posiciones neotradicionalistas. Recordemos asimismo a los del PNV y su alianza con los carlistas en los inicios de la II República.

Saludos.

Unknown dijo...

Fantástico, Perdiu, Fantástico!
Pero, o yo me rayo mucho (no rallo) o...¿la creación de las comunidades, no sigue el camino de vuelta a la España del XIV?
El que depende de donde vivas, te pueda juzgar un "señor feudal" u otro, de una forma u otra, no sé, me recuerda eso.
Espero que sean invenciones mías, como siempre.