28.2.08

Que estaba allí...

A veces, la historia se comprende mejor a ras de suelo que desde el púlpito de las explicaciones científicas. Acabo de terminar El maestro Juan Martínez, que estaba allí, de Chaves Nogales. Una prosa seca, certera. Juan Martínez era un maestro flamenco, de cante, guitarra y castañuelas, al que la Gran Guerra (para lectores de la logse, me refiero a la primera guerra mundial) pilla en Constantinopla y que, tras varios avatares, acaba en Rusia. Y allí le sorprende tanto la revolución de febrero como el golpe de estado bolchevique de octubre. San Petersburgo, Moscú y Kiev son los tres destinos que recorre durante años. Va y viene, con Sole, su pareja. Son artistas. Feriantes. Desgraciados. Y conocerán de primera mano lo que supone estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Un fantasma recorre todo el libro: el hambre. A cada momento, tanto con los rojos como con los blancos. Las bestialidades parecen no acabar nunca, y las cometen todos. Las cometen los rojos, las cometen los polacos que invaden Ucrania y las cometen los blancos cuando recuperan alguna población. La civilización parece evaporarse a cada paso; el dinero no vale, y por un mendrugo de pan pueden matarte al doblar una esquina. Ya digo que el libro explica bien el ambiente ruso en la guerra civil. La brutal ineficacia bolchivique, cuyo acceso al poder no se explica sin el terror y sin las checas. La decadencia del mundo aristrático ruso, que será exterminado por los comunistas. La indiferencia de los obreros y campesinos ante la propaganda bolchevique. El factor hambre como expliación del desenlace de la guerra. La pugna de los nacionalistas ucranianos. Los salteadores de caminos. La terrible odisea, en fin, de Juan Martínez, que estaba allí, por conseguir no sólo que no los maten, sino por conseguir huir de aquel infierno. Recordaba, mientras leía el libro, una frase profética escrita por Ramiro de Maeztu unas semanas antes de su asesinato al inicio de la terrible guerra civil española: “La civilización no hay que darla nunca por supuesta; siempre está amenazada”.

PS: Si Kámenev, Bujarin, Zinóviev y muchos otros hicieron causa común con Stalin en 1923, fue principalmente porque temían a Trotski y sus ambiciones. Si por un accidente histórico se hubiese visto dueño del poder en la Unión Soviética, su régimen habría sido dictatorial y duro, de acuerdo con la tradición jacobina leninista.
Laqueur, W: Stalin. La estrategia del terror. Ediciones B, Barcelona, 2003. Página 70.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

De Chaves Nogales es JUAN BELMONTE. MATADOR DE TOROS. (Alianza). Una obra excelente. Los toreros han representado en España uno de los más claros ejemplos de self made man. Tipos duros, salidos de los ambientes más humildes, valientes y con una inteligencia y una sensibilidad artística admirables. Siempre individualistas y realistas. Belmonte es además de una modernidad arrolladora. ¿Existe, en este sentido, una interpretación liberal de la tauromaquia?. Yo creo que sí.

Un cordial saludo a todos ustedes.

De Lescure.

Anónimo dijo...

"Desenmascarando a Jiménez Losantos (III)"

http://lacomunidad.elpais.com/periferia06/posts

El Blog de Cordura

Anónimo dijo...

Para cuando un libro sobre Jesulín de Ubrique "el Liberal de ambiciones"

Anónimo dijo...

A ver el desenmascarador de las pradeeeereas, pecadorrrr.
Ponte a vender los calzonzillos de los suicidas de la SER-11M, anda.
Y ya de paso, Ya que tienes a amno tu "Catecismo del Padre Astete" particular mira a ver si desenmascaras al señor X, encuentras la pasta de Filesa.
A ver si te enteras, los que escuchan a Losantos, no lo hacen pensando es que es un pozo de virtudes o la verdad Prisaica,si no porque es el azote de la izquierda rancia y casposa.

Anónimo dijo...

Jesulín de Ubrique sería al mundo de los toros lo que Corín Tellado al de la Literatura.
Pero claro, cada uno habla en función del nivel en el que está acostumbrado a desenvolverse.