3.1.08

Cádiz

Dormimos de un tirón y desayunamos como marqueses. Nos volvemos a poner en ruta. Nos acercamos a la playa de Zahara. El atlántico está embravecido. Aún hay muy poco edificado, imagino que por la lejanía a Madrid y por el viento del Levante. A escasos metros mar adentro están los restos de un barco hundido. Un cartel de la Junta lo anuncia. El clásico modelo de gestión pública que considera que para qué vas a quitar la chatarra si es más barato poner un cartel que lo avise. Giramos hacia el norte y nos dirigimos a Cádiz, la legendaria Gadir. El camino es ligero, hay autovía y se hace de un tirón. Entramos en la ciudad por la avenida Cayetano del Toro y recorremos la arteria urbana hasta el final. Nuestro hotel se ubica en pleno casco, a pocos metros de la plaza de la catedral. Aparcamos y recorremos el casco. La ciudad es hermosa. Está limpia y sus calles del XIX introducen al viajero en otro mundo. Parece Filadelfia, apunta con buen tino Jimena, al ver la cantidad de placas que recuerdan que aquí, en 1812, con las bombas que tiraban los fanfarrones, se hacían las gaditanas tirabuzones. La muerte de Gravina, fruto de las heridas de la guerra. Las primeras Cortes de la era moderna en nuestro país, la primera Constitución. La unión de los españoles de ambos hemisferios. La catedral, que podría estar en La Habana. Los diputados catalanes pidiendo a las Cortes que dividieran el país de manera racional en provincias. Entramos en un par de librerías de viejo. Seguimos paseando. Una ciudad orgullosa de lo que fue. Se nos echa la noche encima. Cena, campanadas y a dormir. Mañana volvemos a casa.

PS: El turismo empieza a convertirse es una de las mayores catástrofes naturales de la humanidad. Pronto habrá que organizar una especie de Greenpeace para defenderse de plagas tan nocivas. Tener que sufrir la presencia de ignorantes rebaños en los lugares más prodigiosos es una tortura muy superior al placer de contemplar cualquier obra monumental de cerca.
Boadella,
Albert: Adiós Cataluña. Crónicas de amor y de guerra. Espasa, Madrid, 2007. página 194

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Con lo facha que eres, estarias en la gloria entre tanto españolismo casposo y rancio

Anónimo dijo...

Jo, qué agudo este comentario anónimo, ¿no?

Jorge Alfonso Guillén dijo...

Espero que hayas disfrutado de la estancia en mi tierra. ¿Has llegado a estar en San Fernando?

Un saludo.

Jorge Alfonso Guillén dijo...

Buenas tardes de nuevo. Una puntualización. Federico Gravina murió a consecuencia de las heridas recibidas en el combate de Trafalgar, y no como producto de la guerra que estallaría dos años después.

Un saludo.

Unknown dijo...

Un momento, esperad que voy al lavabo a sacudirme la caspa de facha, ahora vuelvo.
Bueno, ya estoy aquí.
Perdiu, es una lástima que no visitara el Balandro y probara la maravillosa carta de pescados, no se si finalmente se rascó el bolsillo o la American (cosas tan útiles inventan los yankis!) se que no pudo visitar la torre Tavira y esa maravilla de ingenio óptico para el control de mercancías y barcos.
Bueno, a mi es una ciudad que me encanta, me conmueve ver una ciudad humilde de su larga y honrosa historia, la ciudad mas antigua de occidente (fíjate y no está en Cataluña) Sobre Jerez, señorío en estado euro, tabernas con buen cante a tutiplén, pero tambien miseria, como no decirlo, lo que pasa que esa miseria bajo un cielo como el de Jerez, es menos miseria que la de un subterráneo de la Castellana.
Buen viaje te has hecho pardal!

Movimiento Argenlibre dijo...

Saludos desde el Movimiento Liberal Progresista Argenlibre

El Perdíu dijo...

Cromewell, finalmente no nos dio tiempo a entrar por San Fernando. Visita pendiente pues. Efectivamente Gravina murió en Cádiz como consecuencia de las heridas recibidas en Trafalgar. Una placa así lo recuerda