4.9.07

Lecturas agostiles (II)

Quizá los libros también elijan a sus lectores. Hay libros que esperan, pacientes, a que su lector se acerque a ellos y lo haga suyo primero con sorpresa y luego con autoridad. Algo así me pasó con Mi vida, mi libertad, la autobiografía de Ayan Hirsi Alii. Lo compré hace meses en el Círculo y lo tenía rondando por casa. Todavía no, me decía a veces cuando buscaba libro por entre las estanterías. Finalmente, me decidí a cogerlo poco antes de irme a los Estados Unidos. El libro ha sido todo un descubrimiento. Escrito sin rencor, Ayan cuenta la historia de su vida, desde su nacimiento en la Somalia del dictador comunista Siad Barre. La vida de una niña de familia rural que se traslada a la ciudad: las costumbres, la insistencia de su abuela porque no pierda el contacto con el campo, los problemas de su padre, un opositor a la dictadura. El mundo islámico somalí. Un mundo tribal, obsesivo para con la mujer. Un mundo de linajes en el que los niños han de memorizar a sus antepasados. Algo que pone los pelos de punta: la descripción de la mutilación genital femenina a la que somete a las mujeres. ¿Qué hay detrás? Una concepción medieval del honor y una visión de la menstruación como algo impuro que convierte a la mujer en un ser inferior…

Años después, Ayan marcha a Kenia. La vida en un campo de refugiados. Una familia que se desestructurada. Un padre que vuelve a casarse en Yemen pero, preocupado por sus hijas, arregla un matrimonio para Ayan con un somalí residente en Canadá. Armada de valor, Ayan se escapa en una escala del vuelo y ahí empieza, poco a poco, su vida pública. Refugiada en Holanda, al poco tiempo, intérprete de somalí para otras refugiadas. La universidad, el permiso de conducir. Sus primeros acercamientos a la socialdemocracia holandesa son especialmente relevadores, porque muestran bastante bien la sorprendente empanda mental que atenaza, desde hace más de quince años, a la izquierda europea sobre algunos temas tan importantes como la emigración. Finalmente, su llegada a las filas liberales, su amistad con Theo Van Gogh y su posterior salida del país.


El libro alterna las reflexiones profunda (vg. sobre el modelo de tolerancia holandés cuando las comunidades que llegan no comparten los valores mínimos del país de acogida) con situaciones emotivas (su relación con una hermana víctima de la anomia en Holanda) y supone un magnífico documento para conocer, de primera mano, los problemas de integración que hay en Europa con ciudadanos de religión islámica.


Muy recomendable y, por una vez, me atrevo a hacer una distinción por sexos. Tengo la sensación de que se trata de un libro que impresionará mucho más a mis desocupadas lectoras que a mis improbables lectores. No dejen de leerlo. No les defraudará.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Te gusta porque es igual de fatxa que tu