3.4.07

La banalización del mal

Desocupado lector, he aquí un libro que me atrevo a recomendarle vivamente: Eichmann en Jerusalén, de la pensadora alemana de identidad judía Hannah Arednt. Quizá el mejor libro que he leído en lo que llevo de 2007. No es únicamente una crónica de cómo transcurrió el juicio al que fue sometido el Teniente Coronel de las SS Adolf Eichmann tras ser capturado por Israel en su escondite de Argentina. Es mucho más que eso.

Es un escalofriante análisis de cómo pudo llegarse a lo que se llegó. A través del hilo conductor que supone la vida del acusado, Arendt hace un repaso al Holocausto judío visto desde un punto de vista administrativo e incluso burocrático. Algunas notas destacadas:

- Para banalizar el mal lo primero es empezar designando a la realidad con eufemismos (reasentamiento, campos de trabajo…).

- Los nacionalsocialistas trataron siempre con mucho respeto a los judíos sionistas, a los que llamaban “judíos decentes” ya que según ellos también pensaban en términos “nacionales”. Una de las cosas que más irritaba de los judíos a los nacional-socialistas es que pretendieran tener dos lealtades (una a su patria de acogida y otra a su patria de origen).

- El escaso número de alemanes que, durante aquellos años, conservó intacta la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. El famoso “Ich Nicht” de Fest.

- La colaboración necesaria de los propios judíos, a través de los Consejos locales o de los comandos en los campos, para el exterminio de su pueblo. Respecto a los primeros, Arendt considera que al principio muchos no sabían lo que pasaba en realidad; respecto a lo segundo, el instinto de supervivencia es más fuerte que todo lo demás…

- El excepcional papel que, en aquellos años de horror, jugaron algunos. Por ejemplo, los daneses. Cuando los ocupantes alemanes exigieron que el gobierno promulgara decreto obligando a los judíos a llevar la estrella de David, el gobierno respondió que la Familia Real y el consejo de ministros serían los primeros en ponérsela. Los alemanes consintieron que no se promulgara el Decreto.

- La aceptación de categorías privilegiadas (judíos alemanes frente a judíos polacos, ex-combatientes frente a apátridas) fue el inicio del colapso moral judío. Cuando uno acepta discutir estas cosas, está empezando a perder la batalla.

- En fin, la pérdida de la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Eichmann basó su defensa en que él era únicamente un funcionario que intentó hacer bien su trabajo. Sin extraer ninguna conclusión de que su trabajo consistiera en organizar el envío de cientos de miles de seres humanos a campos en los que eran inmediatamente desnudados, gaseados e incinerados. El mal, en estado puro.



PS: “El mal, en el Tercer Reich, había perdido aquella característica por la que generalmente se le distingue, es decir, la característica de constituir una tentación. Muchos alemanes y muchos nazis, probablemente la inmensa mayoría, tuvieron la tentación de no matar, de no robar, de no permitir que sus semejantes fueran enviados al exterminio […], de no convertirse en cómplices de estos crímenes al beneficiarse de ellos. Pero, bien lo sabe el Señor, los nazis habían aprendido a resistir la tentación

Arendt, Hannah: Eichmann en Jerusalén. Debols¡llo, Barcelona, 2006.

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