5.3.07

Viernes día 2

Vuelo a las 10.30 horas. Volamos con la TAP. Aquí todavía dan prensa y desayuno. Hojeo el mundo y el fancine. Dos realidades diferentes. Los aviones de TAP son estrechos, la distancia entre los asientos es corta, pero el trayecto Madrid Lisboa en avión es breve, así que aterrizamos a las 10.40 hora local. El taxista nos dice que Lisboa es una ciudad pequeña, y que le gusta Madrid. Nos alojamos en el “hotel más lisboeta de Lisboa”, según el ministro que lo inauguró. Salimos dispuestos a descubrir la ciudad. Estamos alojados muy cerca de la Plaza de D. Pedro IV (Praça do Rossio). Decidimos encaminarnos, paseando, hacia la Alfama. Callejuelas. Encanto. Se nos aparece, casi de repente, la catedral. Seguimos subiendo. Un vinho verde en una taberna, para reponer fuerzas. Hay currelas almorzando. Llegamos a la fortaleza en la que se encuentra ubicado el castillo de San Jorge (castelo de Sao Jorge). Comemos en un restaurante dentro de la fortaleza. Tras una deliciosa sopa de pescado, me traen una açorda de marisco que no nos acabaríamos ni entre tres. Aunque casi reviento, no la termino. Sopor de sobremesa. Jimena se lamenta, en momentos como este, de tener una compañía tan poco glamorosa como yo. Seguimos la ruta. Españoles ruidosos por doquier. Jimena intenta practicar el portugués que está estudiando. A mí, la mitad de las veces, me parece estar oyendo a los ancianos de mi pueblo. Caminamos hacia la Plaza del Comercio (Praça do Comércio), la gran obra pombalina en la Lisboa Baja. Una placa recuerda la muerte allí mismo y “por la patria” de un rey. Quizá en Portugal sea posible ser republicano sin ser sectario. Ojalá pasara algo parecido en España. Paseamos por las pequeñas calles y salimos andando en dirección a Belem. Decenas de autocares ocupan las calles. Los señoritos de los sindicatos están descontentos con las reformas económicas del gobierno socialista así que han venido, en autocares pagados por el contribuyente, a echar el viernes a Lisboa. Una estatua dedicada a un héroe local en la guerra peninsular, que es como llaman los portugueses a lo que los españoles denominan, pomposamente, guerra de independencia. Decidimos volvernos sin alcanzar Belem. La plaza donde se ubica el Ayuntamiento tiene una picota en el medio. Hay una galería con artistas portugueses. Entramos. Está oscureciendo. Subimos al Carmo por el elevador de Santa Justa. Descendemos lentamente hacia el teatro de Doña María II. Estamos muertos de cansancio. Cenamos en el hotel. Toca descansar. Mañana, más.
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2 comentarios:

Baba O'Riley dijo...

Viajero Perdiu.
Sorprendente e inusual ciudad. Coincido en que sin Alfama, Lisboa no es Lisboa, aunque cambiaría el vinho verde por una copita de Porto y la paseada diurna por recrearme canallamente al atardecer.
Sabe que con su ausencia a Belem se ha perdido sacrílegamente los pasteis de nata ¿verdad?

Anónimo dijo...

Escapate a Sintra si puedes :). Y si te gusta, el Cabo de Roca.