21.8.06

Sábado, 5 de agosto

Nuevo intento, en el Telecentro local, de ir plasmando la experiencia de Rumanía, tras la vuelta a casa y las (agotadoras) fiestas patronales.
Llegamos el sábado a eso de la una de la tarde vía Francfurt. La primera persona con la que hablamos nos demostró que la amabilidad de los rumanos no es un tópico. Acostumbrado a los penosos servicios en España, el responsable de Avis en el aeropuerto nos trató con proximidad y cariño. Diluviaba. Así que decidimos esperar un poco antes de partir hacia Moeciu, donde nos alojábamos. Al ir a cambiar euros por leis, segunda sorpresa, corroborada más adelante en muchos otros lugares. La chica habla español. Lo ha aprendido viendo "las novelas". Pasión de Gavilanes hace más por el español en Rumanía que el Instituto Cervantes. La sociedad, gracias a dios, siempre por delante del gobierno.
Finalmente iniciamos la marcha, en un ford fiesta matrícula de Bucarest. Nos encaminamos hacia un pueblo cercano a Brasov, la antigua Kronstad sajona. La primera ciudad por la que pasamos es Pitesti, en la que durante la época de entreguerras se situaba la industria petrolífera rumana. Colmenas para obreros construidas durante la dictadura comunista. La ciudad es sucia, las redes de alcantarillado no funcionan bien. Más adelante empiezan a verse las granjas colectivas. Todas ellas fueron abandonandas, según vimos después, nada más caer la dictadura izquierdista que gobernaba el país. Algunas estaban rodeadas de alambre de espino, y ahora se ven ahí, en medio del paisaje, en contraste con los ríos o el cielo del país. Atravesamos varios pueblos con fábricas abandonadas. Son enormes, eran ineficientes y nadie ha ido ni siquiera a cerrar. Sólo siguen habitadas las colmenas en las que vivían los obreros. El paisaje, lleno de bosque, me sobrecoje. A Jimena, empero, no le llama tanto la atención. Las carreteras, transitables pero malas. Cada sesenta quilómetros una hora más o menos...
Tardamos en encontrar la casa de Moeciu, la carretera es mala y no está bien señalizada. Perdidos, coincidimos con Martí y Mercé, dos catalanes que van a alojarse en la misma casa que nosotros. Cuando llegamos, nos recibe Daniela y nos aloja en un cuerto muy mono separado de su casa. La cena, en una terraza de madera. Jimena se comunica con su hija Oana en inglés, idioma que la niña ha aprendido gracias a la televisión. Malditos doblajes, cuánto daño han hecho en nuestro país.
Para cenar, lo que cenaremos durante todo el viaje. Tsuica, un destilado de ciruela que acaba con cualquier estómago, Ciorba, una sopa muy rica, y Sarmale, un rollo de carne envuelto en berza.
Nos vamos a dormir pronto. Es tarde ya, y nos hemos levantado poco después de las cuatro de la madrugada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué gusto da ver que otro de mis blogs obligados vuelven, aunque sea poco a poco, a la actividad de nuevo. ¡Bien hallado!

El Perdíu dijo...

gracias jorginton.
Fe de erratas.
1. Ohana se escribe con hache intercalada.
2. A Jimena el paisaje le gustó desde el primer día. ;-)

Andrés Catalán dijo...

De camino a Braşov creo que lo más probable es que encontrarais Ploieşti, que está al norte de Bucureşti, y no Piteşti, que está al oeste.

El Perdíu dijo...

Andrés, totalmente de acuerdo con sus afirmaciones. Era Ploiesti.