31.8.06

Sábado, último día

No comprendo bien la fobia que le tienen en Europa a las persianas. A los que somos de sueño ligero, nos obliga a despertarnos con el alba. Vamos en un taxi hacia el Palacio del Parlamento. Todo el complejo es el sueño de un loco. El taxista echa de menos al régimen. Como el Palacio está aún cerrado, damos una vuelta por los alrededores y vemos un par de acampadas protestando contra la corrupción. El Palacio sólo se puede visitar en grupo, así que entramos con un grupo rumano, ya que a ellos se ha pegado un grupo de andaluzas que tienen guía local y nos lo va traduciendo.
Tras el terremoto de 1977, y después de haber viajado por Corea del Norte, al dictador le dio por construirse un gran palacio, frente a una gran avenida, para que el pueblo lo aclamara. Una parte del viejo Bucarest fue derruido para obedecer sus órdenes. El Palacio es el más grande de Europa. Tiene una alfombra que es la más larga del mundo. Una cortina que es la más grande del mundo… y así todo. El Palacio explica bien al dictador. Un salón de baile estilo Versalles construido en 1982. Hay que estar mal de la cabeza.
Nos asomamos al balcón desde el que nunca le aclamó nadie, ya que murió antes de verlo terminado. Una bandera de la OTAN acompaña a la rumana. La historia tiene estas cosas.
Tras alguna dificultad, encontramos el aeropuerto. Devolvemos el coche de alquiler y salimos para Madrid vía Múnich. Al otro lado del pasillo, para recordarnos que no hay países perfectos, se nos sienta un personaje repulsivo y gañán con una camiseta de araba euskaraz, el moviemiento nacionalista vasco que busca implantar artificialmente el eusquera en la provincia de Álava. El gañán tiene el pelo grasiento. A su lado, una rubia insolente, quizá su pareja. Se tiran todo el viaje dándole la tabarra a un alemán que va a Salamanca y que ha cometido el error de decirles que habla español. Todo a voces. Delante, dos maniquíes, una de ellas leyendo.
Llegamos a Madrid ya tarde, a eso de las once. Cogemos un taxi. El taxista es de San Martín de Terroso, en Sanabria.
La vida, ese bucle…

Viernes, 11 de agosto

Sigue lloviendo. Al igual que hace un par de años, cuando fuimos en busca de las fuentes del Danubio siguiendo a Magris, hemos vuelto a hacer el pardillo con la ropa. El viaje hasta Bucarest dura casi seis seis horas, pero el paisaje lo compensa, ya que atravesamos varios desfiladeros del Olt. Paramos a ver el Monasterio ortodoxo de Cozia, de origen serbio. En Pitesti encontramos, antes de tomar la autovía que nos llevará a la capital, un complejo petroquímico pegado a la ciudad y con varias centrales nucleares y térmicas. ¿Habrá ya ecologetas por aquí?
Bucarest, como muchas de las ciudades soviéticas, presenta extensas periferias con las colmenas para obreros edificadas durante la dictadura. Nos cuesta encontrar el hotel, ubicado cerca de la Estación del Norte. Cuando por fin llegamos, el mozo que nos acompaña a la habitación derrocha simpatía. Como estamos cansados de conducir y las historias de los perros callejeros nos han dejado intranquilos, cogemos un taxi hasta la calle Victoria. Aquí vivía Mihail Sebastián hasta que el gobierno militar de Antonescu prohibió en 1941 a los judíos alquilar casas. Llegamos a la Plaza de la Revolución. El Palatul Senatului, desde donde el dictador huyó en helicóptero. Frente a él, y como desagravio, una preciosa estatua dedicada a Iuliu Maniu, un líder del partido campesino que nunca se doblegó al comunismo y que murió, tras varios años de prisión y tortura, en las cárceles del régimen.


En la Plaza de la Revolución hay también un monumento a los muertos durante la revolución de 1989. La antigua sede de la policía secreta, la Securitate, fue asaltada y ahora el edificio alberga un café, mezclando los restos del viejo caserón junto con una estructura moderna de vidrio. Vemos también el Edificio de la Biblioteca Centralâ Universitarå. El régimen comunista desalojó a los estudiantes que pedían democracia con bombas incendiarias. Ardieron más de dos millones de volúmenes. Haría algún comentario al respecto, pero como ya se sabe que la cultura es patrimonio de la izquierda, paso de puntillas sobre el asunto.
Nos acercamos a la Biserica Cretsulescu, frente a la cual hay un busto de Corneliu Coposu, otro líder liberal ejecutado por la dictadura. Antes de abandonar un espacio tan lleno de historia, el Bucarest de finales del XIX, con una arquitectura tan francesa, entramos al Athenée Palace, en homenaje a Kaplan, que empieza en él su capítulo dedicado a Rumanía. Tomamos un café a su salud. Al fin y al cabo, fue él que el que, al menos a mí, me despertó la curiosidad por este país. Vuelve a llover así que, tras comprar en un mercado algo de fruta, volvemos al hotel, donde cenamos.

Jueves, 10 de agosto

Desayunamos y compramos algunas cosas en la casa de Klari. Salimos en dirección a Alba Iulia. Paramos a ver alguno de los varios humedales que rodean el pueblo de SIC. Antes de llegar a Alba, fotografiamos una granja colectiva, otra más, abandonada nada más caer el comunismo. Estaba rodeada de alambre de espino. Fina manera tienen los comunistas de tratar a clase obrera cuando tienen el poder, sí señor.
Por fin llegamos a Alba. Magnífica ciudadela. La catedral de la coronación, edificio ortodoxo del primer tercio del siglo XX. La sala en la que se firmó la adhesión de Transilvania a Rumanía en 1918. La catedral católica. Natalia nos la enseña, su madre es húngara y su padre rumano. Ella no se siente de ningún sitio, pero apostilla "cuando salgo al extranjero, no tengo la misma reacción si digo que soy húngara a si digo que soy rumana". La maldad de los estereotipos.
Llegamos, con algo de lluvia, a comer a Sibiu, que el año que viene será capital europea de la cultura. Preciosa ciudad sajona bien restaurada. Almorzamos, bien, en Mara. Único episodio de mendicidad en todo el viaje. Un niño entra al restaurante a pedirnos pan. Se lo damos y seguimos comiendo en cierto modo avergonzados. Mi hermana, eficaz y feliz contacto con occidente, nos informa del intento terrorista en Heatrow. Durante un rato, Jimena y yo ponderamos, con nuestra mesura habitual, el proyecto de alianza de civilizaciones del simplón.
Por la noche nos alojamos en Sibiel, un pueblo que era usado como escaparate durante la dictadura comunista para llevar a las visitas, a que alabaran lo bien que funcionaba el régimen. En un francés que ninguno hablamos, nos comunicamos con Cristina Banciu. Por fin, una habitación con baño propio. Llueve y hay mucha humedad, así que decidimos quedarnos leyendo un poco. Las toallas de ducha, como durante todo el viaje, son las que en España ponemos para secarnos las manos, así que no terminamos de secarnos bien tras la ducha. Cena copiosa, de nuevo. Mi cuerpo no acaba de adaptarse a la tsuica.

Miércoles, 9 de agosto

El camino es largo y las carreteras no están siendo buenas. Quizá esa es la única pega real del viaje. Tardamos en llegar, pese al madrugón, a Baia Mare. Todo son ruinas industriales. Llueve. Las carreteras están en obras.
Llegamos a Cluj Napoca, también otra vieja ciudad sajona. Paseo por la ciudad y almuerzo en el hotel. Visitamos el Museo Nacional de Arte. Varios autores nos llaman la atención: Elena Popea, Theodor Pallady, Aurel Popp, Sabin Popp y, por supuesto, Grigorescu. A la tarde llueve a mares. El agua nos persigue. Nos alojamos en Sic e intentamos llegar por una ruta alternativa pero vemos que los caminos que llegan al pueblo no están asfaltados. Nos extrañamos. Al final optamos por el camino ortodoxo, vía Gehrl.
Sic es toda una sorpresa. Un pueblo húngaro rodeado de pueblos rumanos. Por eso las carreteras estaban sin asfaltar. Nos acoge en su casa, todo amabilidad, Klari, con sus dos hijos, Sandor hijo y Koto. El padre, Sandor, llega más tarde. El niño, de unos dos años, es absolutamente estepario. La cara que uno esperaría encontrarse en Uzbequistán o en Tayiquistán. Todos los libros de la casa están en húngaro. Los niños aprenden rumano como una lengua extranjera. Estamos en casa de nacionalistas. Le preguntamos y Klari, hermosa y amable mujer, se lanza a contarnos. Sec es un pueblo de apenas 3.000 habitantes, todos húngaros. Endogamia brutal. Hasta hace pocos años, iban siempre vestidas con el traje tradicional. Ella también hace artesanía, e insiste en que Jimena se pruebe el vestido típico del pueblo. La visten. También hay un baile típico. Cuando llega el marido, cenamos, con vino húngaro, e insisten en que los acompañemos a un salón comunal donde están ensayando en baile que, nos aseguran, sólo se practica en el pueblo. Muchos niños, pero los sospecho ya más interesados en la música norteamericana que en el baile de Sic.
La identidad como una cárcel.

28.8.06

Martes 8 de agosto

Llovizna. Las mantas con las que se duerme en las casas rumanas recuerda a las que había en Sanabria, e imagino que en toda la España rural, hace treinta años. Pesadas. Dormimos bien. Dorina está con nosotros mientras desayunamos. Nos habla de su hijo y de la universidad. Siempre hay alguna generación perdida que se sacrifica por otra. En todos los tiempos. En todos los lugares. La leche, de vaca; la mermelada, casera; la perenne tsuica de ciruela también casera.
Salimos de camino a Sighetu Marmatiei, una ciudad ubicada en el norte, casi fronteriza con Ucrania. Por el camino, paramos en un bar sacado de la españa del cuéntame. Entramos en la Biserica de Lemn, una magnífica iglesia de madera todavía sin restaurar. Sobrecogen los ritos ortodoxos. Llegamos Sithetu y vamos a ver el Museul, ubicado en la antigua carcel comunista y dedicado a las víctimas del comunismo. Estremecedor, en cada una de las celdas se cuentan diferentes cosas de la dictadura izquierdista: cómo los comunistas falsificaron las elecciones de 1946 (en 1945 el partido comunista rumano no pasaba de 1.000 militantes en todo el país y no tenía ninguna fuerza), como se envío como esclavos a 50.000 rumanos de identidad alemana para que trabajaran en la Unión Soviética, cómo eran las torturas, la represión del régimen a los movimientos estudiantiles...
En el patio un juego escultórico precioso recordando a las víctimas. Además, un memorial con los nombres de las personas muertas, creo que en la zona, durante el comunismo. Jimena compra un libro en inglés sobre la historia de la Rumanía comunista. Salimos impactados.
Vamos a comer a un hotel de aire decadente, propio de las películas de 007 de los años setenta. El camarero, de nuevo, muy amable.
Nos encaminamos, como buenos turistas, a visitar el cementerio alegre de Sapanta. En la puerta, cobrando, una anciana nos da un sólo tiquet cuando pagamos las dos entradas. Cuando reclamamos el segundo, que se embolsa para ella, nos mira con desprecio. El cementerio es original y nos hace gracia. Tenemos enfrente a Ucrania. Banderas de la OTAN hasta en los bares. A los rumanos les vamos a explicar quienes son los buenos y quiénes los malos. De vuelta, paramos en un moderno super a comprar. Un rumano que vive en Palma nos aclara algunas cosas respecto a los precios. Llegamos, ya tarde, la la Casa de Ileana, preciosa y casi toda de madera. La cena es de nuevo copiosa. De nuevo mariushka, la hija de la dueña, habla español gracias a las telenovelas. También nos vamos a dormir pronto...

24.8.06

Lunes, 7 de agosto

Salimos con la fresca. Paramos en el pueblo de Muregi a comprar sellos. La estafeta parece sacada de los años cuarenta. La encargada pega los sellos con parsimonia. Llegamos a Shigishoara, otra antigua ciudad sajona. Un café en una casa forrada en madera. Un polaco, hablando queen english, nos explica el modelo del aparcamiento de pago. Entramos en la iglesia luterana, y luego subimos por unas preciosas escaleras de madera que sube a la parte alta del pueblo. Un cementerio sajón. Ya no quedan sajones en el pueblo. Banderas ruamanas para remarcar la identidad. A Jimena y a mí nos duelen las piernas. Serán agujetas.
Llegamos a Targu Mûres. En una tienda de vodafone a la que entramos para pedir información, nos atienden, nuevamente, en español. La Catedral ortodoxa impresiona vivamente a Jimena. La calle principal es una calle art nouveau. Buscamos una de las mejores bibliotecas de la ciudad. Está cerrada, pero una policía muy amable nos remarca: It´s my pleasure to help you. Vemos el Gobierno Provincial, el Palacio de Cultura. Comemos. Salimos camino de Salva, en el norte. Estamos cansados. En una gasolinera, vieja y sucia, la encargada estuvo trabajando en Almería. Pasamos por Bistrita, ciudad industrial. Llegamos a Salva. Virginia, una artesana, nos enseña su casa, llena de ropas y bolsos confeccionados por ella.
Nos alojamos, literalmente, en casa de Dorina. Respira bondad. En la cena nos cuenta. Estuvo en España seis meses, en Colmenar de Oreja, en un bar. Su marido y su hermano trabajaban allí en la construcción. Murió su padre y todos los hijos estaban en España. Lo enterraron solo. Decidió volverse. Ahora alquila habitaciones y tiene un magazin mix, que es una especie de todo a cien con alimentos que hay en los pueblos. Su hermano sigue en España, pero ahora está de vacaciones. Lleva unas zapatillas nike y le trae a Dorina champús y geles españoles. La vista desde su casa es magnífica.
Su hijo va a la Universidad en Bucarest. Nos habla de los años duros, de la dictadura. "Fueron lo peor", nos dice en su reciente español. Cenamos con ellos y salimos a dar un paseo tras la cena. El río baja sucio, muchas de las aguas residuales aún no se depuran y van al río. Nos vamos a dormir. Mañana volvemos a madrugar

23.8.06

Domingo 6 de agosto

Nos levantamos pronto. Chispea. Desayunamos como marqueses. Leche de vaca, de la que recuerdo cuando era pequeño en Sanabria. Mermelada casera, huevos...
Antes de irnos, Jimena le regala a Ohana el libro que estaba leyendo, uno en inglés de Arthur Miller, para que pueda perfeccionar el idioma. Somos unos sentimentales.
Nos encaminamos hacia Bran. La tradición, sin ninguna base, sitúa en este pueblo el castillo de Vlad el Empalador. Gracias a Kaplan, al que llevamos casi como segunda guía, sabemos que Stoker no estuvo nunca en Rumanía, y que situó en esta parte de Transilvania al personaje porque los paisajes que vio descritos en el Biblioteca Británica le gustaron.
El pueblo es muy turístico. Hay un mercadillo. Jimena compra un chaleco de lana, la vendedora, Cristina, también habla español, gracias a las novelas. Adquirimos también unas litografías de Brasov. La vendedora nos habla con reverencia de "Sarita Montiel". En Rissnov vemos una fortaleza, pero no damos con ella. Toda la zona fue sajona desde la Edad Media, cuando los antepasados de los actuales alemanes vinieron reclamados por su fama de trabajadores. Llegamos a Brasov. Apenas quedan ya sajones en la zona. Tras la guerra, el régimen comunista envío a uno cincuenta mil a trabajar como esclavos en la Unión Soviética. Desde los años sesenta, y como si fueran ganado, los comunistas en el poder vendían sus visados a Alemania para conseguir divisas. Aún así, se nota la huella alemana por todas partes.
Nos impresionan tanto la plaza como la Biserica Neagra, una iglesia católica que se quemó hace varios siglos y que ha conservado hasta hoy un color oscuro fruto del fuego. Paseamos por la ciudad. Hace sol. La iglesia ortodoxa está escondida tras un pasadizo, porque los habsburgo no permitían que los credos no católicos tuvieran entrada directa desde la calle. Comemos en la plaza mayor a la carta por unos nueve euros cada uno. Nos acercamos al museo. Me impresiona Grigorescu. Nunca había oído hablar de él. Impresionismo fino. Un par de autores de inicios del siglo XX tienen un par de vistas sobre Toledo. El Museo está modernizado. Hay, además, una exposición sobre los cambios en las tramas urbanas gracias a las intervenciones que está financiando la Unión. Es de Justicia.
Empezamos a ver, al principio algo extrañados, banderas de la OTAN por doquier. En los liceos, en los ayuntamientos, en las escuelas...

Salimos rumbo a Zetea. Entramos en la zona más húngara de la transilvania rumana. Los coches tienen matrícula húngara. Los pueblos presentan una señalización bilingüe. En Zetea nos atiende una mujer húngara. Tenemos una casita para nosotros solos. Los alojados en otros apartamentos son húngaros. En la cena, una de las chicas no habla rumano y el húngaro es un idioma ininteligible para nosotros. Nos acostamos pronto. Queremos volver a madrugar.

21.8.06

Sábado, 5 de agosto

Nuevo intento, en el Telecentro local, de ir plasmando la experiencia de Rumanía, tras la vuelta a casa y las (agotadoras) fiestas patronales.
Llegamos el sábado a eso de la una de la tarde vía Francfurt. La primera persona con la que hablamos nos demostró que la amabilidad de los rumanos no es un tópico. Acostumbrado a los penosos servicios en España, el responsable de Avis en el aeropuerto nos trató con proximidad y cariño. Diluviaba. Así que decidimos esperar un poco antes de partir hacia Moeciu, donde nos alojábamos. Al ir a cambiar euros por leis, segunda sorpresa, corroborada más adelante en muchos otros lugares. La chica habla español. Lo ha aprendido viendo "las novelas". Pasión de Gavilanes hace más por el español en Rumanía que el Instituto Cervantes. La sociedad, gracias a dios, siempre por delante del gobierno.
Finalmente iniciamos la marcha, en un ford fiesta matrícula de Bucarest. Nos encaminamos hacia un pueblo cercano a Brasov, la antigua Kronstad sajona. La primera ciudad por la que pasamos es Pitesti, en la que durante la época de entreguerras se situaba la industria petrolífera rumana. Colmenas para obreros construidas durante la dictadura comunista. La ciudad es sucia, las redes de alcantarillado no funcionan bien. Más adelante empiezan a verse las granjas colectivas. Todas ellas fueron abandonandas, según vimos después, nada más caer la dictadura izquierdista que gobernaba el país. Algunas estaban rodeadas de alambre de espino, y ahora se ven ahí, en medio del paisaje, en contraste con los ríos o el cielo del país. Atravesamos varios pueblos con fábricas abandonadas. Son enormes, eran ineficientes y nadie ha ido ni siquiera a cerrar. Sólo siguen habitadas las colmenas en las que vivían los obreros. El paisaje, lleno de bosque, me sobrecoje. A Jimena, empero, no le llama tanto la atención. Las carreteras, transitables pero malas. Cada sesenta quilómetros una hora más o menos...
Tardamos en encontrar la casa de Moeciu, la carretera es mala y no está bien señalizada. Perdidos, coincidimos con Martí y Mercé, dos catalanes que van a alojarse en la misma casa que nosotros. Cuando llegamos, nos recibe Daniela y nos aloja en un cuerto muy mono separado de su casa. La cena, en una terraza de madera. Jimena se comunica con su hija Oana en inglés, idioma que la niña ha aprendido gracias a la televisión. Malditos doblajes, cuánto daño han hecho en nuestro país.
Para cenar, lo que cenaremos durante todo el viaje. Tsuica, un destilado de ciruela que acaba con cualquier estómago, Ciorba, una sopa muy rica, y Sarmale, un rollo de carne envuelto en berza.
Nos vamos a dormir pronto. Es tarde ya, y nos hemos levantado poco después de las cuatro de la madrugada.

5.8.06

Cuba II

Maravall, padre, dejó escrito hace años que las dictaduras, cuando generan progreso económico, están cavando su propia tumba. El progreso genera clases medias, y las clases medias tienen hijos que van a la Universidad y que no aceptan con docilidad que les ordene alguien que se considera legitimado por Dios o por la historia.

En sentido contrario, una de las formas que los tiranos tienen para no abandonar el poder, es mantener a su pueblo en la miseria. Cuanto más pobre sea el pueblo, en menos aventuras políticas se meterá, porque andará buscando algo para cenar esta noche.

Ahí tenemos los ejemplos. En Corea, al acabar la guerra civil, había dos gobiernos militares, uno en el norte y otro en el sur. Como al sur le fue yendo bien (gracias a haberse vendido al capitalismo americano, serán cabrones), sus militares tuvieron que dejar paso, de modo progresivo, a la democracia. En el norte no han tenido esos problemas. La dictadura comunista de Kim Il Sung se mantuvo sin problemas, y sin problemas lo ha heredado su hijo Kim Jong Il. En Cuba pasa un poco lo mismo. A los más de cuarenta años de tiranía castrista, es posible que le sucedan más años de algún otro tirano, sea el hermano de la momia, o sea una momia más joven. Al igual que en cuando se moría Franco, la televisión se harta de repetir que todo el pueblo está con la dictadura. Cualquiera dice en público lo contrario, no te jode…

La desvergüenza de una parte relevante de nuestra izquierda no tiene límites. La tal Gopegui escribía ayer un libelo en el mundo que hay que leer como una apología de la dictadura como forma correcta de gobierno (los cubanos tienen lo justo para sobrevivir porque tener para algo más genera vicio, nos viene decir la apolo-jeta esta).

4.8.06

Viaje

Ayer, partido de golf. Después de un año, soy capaz de ganar a alguien. Increible. Lo mejor vino después. Atardecía. Con Suso, Javi, Carolain y Joxemanuel, en apenas tres horas y varias cervezas, montamos y desmontamos una comida para cuarenta con corderos y/o cabritos de Monterrubio, que incluso estuvimos a punto de comprar por teléfono, hicimos un repaso al urbanismo depredador, coincidimos en lamentar a nuestro presidente del gobierno, añoramos nuestra infancia y nos juramentamos para nuevos planes en agosto, cuando lleguen las fiestas que llevamos todo el año preparando. Los amigos, decía David Trueba, no evitan que te sientas solo, pero hacen mucho más llevadero el camino.

Mañana, partimos hacia Bucarest. Como imagino que no tendré mucho Internet, supongo que deberé suspender mi cita con mis desocupados lectores. El camino nos llevará, a Jimena y a mí, a Sinaia, Brasov, Sighisoara, Targu Mures, Maramures, Cluj Napoca, Alba Iulia, Sibiu, Arges y Bucarest. Llevamos en la faltriquera los fantasmas balcánicos de Kaplan (que a Jimena le ha gustado mucho) y el Diario de Mihail Sebastian, que tengo mediado.

A la vuelta, espera Hornuez en Sanabria, y habrá que ejercer de anfitrión como merece.

En fin, espero que el simplón de león no aproveche mi ausencia esta semana para declarar públicamente la rendición preventiva y de carácter incondicional de su gobierno al terrorismo nacionalista vasco.

3.8.06

Cuba (I)

Habla todo el mundo de Cuba y de la salud del sátrapa que la rige.

En fin, hecho en falta algunas voces.

Algunos detalles.

- La vigente ¿Constitución? cubana, aprobada en 1976, no reconoce el derecho del trabajador a no ser despedido sin expediente o proceso previo y de acuerdo con causas justas determinadas en la ley, como hacía la Constitución de 1940 a través de su artículo 77.
¿Algo que opinar al respecto, Gaspar?

- En 1961 se dictó una ley de despido por "actividades contra-revolucionarias" definidas como aquéllas "que se desarrollan con la finalidad de provocar dificultades en los centros de trabajo, paralizar las industrias y obstaculizar el desenvolvimiento de las medidas revolucionarias". La amplitud de este concepto incluye actividades como la huelga. En un Estado socialista, la huelga en una actividad “contra-revolucionaria”.
¿Algo que comentar, Cándido Méndez?

- Según Amnistía Internacional, el periodista cubano Guillermo Fariñas lleva en huelga de hambre desde el 31 de enero de 2006 con el fin de conseguir el acceso a Internet para todos los cubanos. Internet continúa estando bajo el control del gobierno, y el acceso sólo se permite a través de organizaciones oficiales o en hoteles en los que los ciudadanos cubanos suelen tener prohibida la entrada.
Iñaki, ¿Nos deleitarás con algún reportaje denuncia?,

- Según Reporteros Sin Fronteras denuncia que en Cuba hay más de veinte periodistas encarcelados. Esta misma organización considera al dictador cubano como un "depredador de la prensa", al mismo nivel que los tiranos zimbabuo, bielorruso o iraní...
Telecinco, ¿para cuándo la Milá denunciando todo esto?

- Segun HRW, "Las estructuras legales e institucionales de Cuba se encuentran en el origen de las violaciones de los derechos humanos. La legislación cubana limita estrictamente el ejercicio de los derechos a la libertad de expresión, asociación, asamblea, movimiento y prensa."
Además, la homosexualidad está perseguida en Cuba. ¿Algo que opinar, Zerolo?

2.8.06

Poetas

El estío se presta a las confesiones. Hay menos improbables lectores y la comunicación se vuelve más personal. Hoy, para ponerle algo de espíritu a estos trámites (jurídicos) en los que me hallo metido, voy a hablarles de poetas.

Principio por César Vallejo, supongo que el poeta que más y durante más tiempo me ha marcado. Peruano, nieto de dos sacerdotes y exiliado en París, donde le sorprenderá la muerte. Unos versos tristes, melancólicos, que aún recuerdo (Me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo), de un hombre capaz de dibujar la tragedia en pocos trazos (ahí están los heraldos negros). Sus poemas sobre la guerra civil española, estremecedores, sobre todo aquel Masa, que fue el primer poema suyo que leí, allá por primero de bachillerato…

Luego quizá venga García Lorca, especialmente su Poeta en Nueva York (creo que los versos “No hay más que un millón de herreros / forjando cadenas para los niños que han de venir” son una de las mejores descripciones de la modernidad que he visto nunca), y su Romancero Gitano (esos versos que principian el Romance del Emplazado: “Mi soledad sin descanso”).

Luego vienen otros, Ángel González (“áspero mundo para mis dos manos”), Claudio Rodríguez, Gerardo Diego, o Gil de Biedma (qué la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”), descubiertos también durante los años de Universidad.

Más reciente, el descubrimiento de Jon Juaristi como poeta (“nuestros padres mintieron, eso es todo”).
Más allá del ámbito lingüístico del español, poca cosa (algo de Pavese, algo de Papasseit, algo de Gabriel Aresti). Aunque lleva tiempo picándome Auden. ¿Conseguiré leer algo de él? ¿Hay algún desocupado lector que aún no esté de vacaciones y que quiera recomendarme algo de Auden?

1.8.06

Palabras en agosto

Las palabras son mágicas. Si eres un tirano que oprime a su pueblo durante cuarenta años y que, además, nombra sucesor a su hermano, basta con que le llames revolución a tu forma de ganarte la vida y ¡zas!, eres, para la prensa progre, un líder o un dirigente, pero nunca un dictador. El tirano de La Habana, el mismo que mete en la cárcel en su país (valga la redundancia) a los homosexuales, que no permite a los periodistas acceder a Internet o prohíbe las huelgas, ahora se nos ha puesto malo, el pobre hombre. Imagino que al poco de morir el tirano, que morirá, a las pocas semanas, los grandes analistas occidentales empezarán a echarle la culpa al capitalismo de los males de la sociedad cubana. Ya pasó cuando se desmoronó el comunismo en Rusia y en otros países. Dejan la zona hecha un erial, y cuando se empiezan a aplicar política para salir del caos, resulta que la culpa es de esas políticas que se empiezan a aplicar.

Otrosí, hay unas reglas que todos conocen. Si se aprueba una ley y no te gusta y tienes capacidad, puedes recurrirla al Constitucional. Hasta ahí, todo normal. Lo hacen los partidos, a través de sus representantes en las instituciones, lo puede hacer el defensor del pueblo etc… pero ¡zas!, se te ocurre recurrir una ley, para lo que tienes perfecto derecho, y los nazionales enseguida se envuelven en la dinámica de “el Estado soy yo”. Para Bargalló, el maestroscuela, el pepé se enfrenta, nada menos que “a la voluntad del pueblo catalán”. Para un tal Guillot, de los ecologetas de iniciativa (comunistas-ecologista-nacionalistas), el presentar un recurso ante un tribunal “es una nueva agresión a Cataluña”. En fin, para Durán, el oscense que representa a un partido que se supone es el moderado, el recurso es un “acto de agresión política contra Cataluña”.

Les propongo un juego estival. Imagínense que estamos en los años cincuenta. El juego consiste en sustituir, en las declaraciones de estos tres polítiquillos afectos al régimen en el Principado la palabra Cataluña por España. ¿No les suena a retórica falangista sobre el complot judeo masónico?

Es que no dan más de sí.